La casa era enorme. Teniendo tan solo seis años, Lucas había recorrido muchísimo mundo, pero jamás había visto una casa tan absolutamente enorme. Los jardines eran todos verdes, con flores de diversos colores, todos llamativos y nuevos para él. Los caminos de grava estaban en perfecto estado, al igual que los de piedra en medio del césped. En medio de los jardines a veces había fuentes y otras veces círculos de bancos, quioscos o mesas de ajedrez. " Este jardín es como el parque central de la ciudad" pensó. Lo cierto era, que unos meses antes, cuando vivía en una granja de las afueras, al ir a ver la ciudad y ver esos parques tan adornados se sorprendió, y verlos ahora en forma de jardín, le impactó aún más.
Cuando llegar frente a la casa, bajó del coche. No sabía por qué estaba allí, ni por qué le seguía continuamente una niña llama Celia desde hacía unos días.
La casa era enorme, de ladrillos pintados todos de blanco azulado, con el tejado marrón. Había distintos balcones alrededor de la casa,y una inmensa terraza en la parte trasera, donde había una fuente para bañarse en verano.
El interior era aún más grande o al menos esa era la impresión que daba, todo muebles llenos de ornamentaciones dibujadas y grabadas demasiado exageradas. Celia y él fueron conducidos junto con sus pertenencias al piso más alto, donde más calor hacía y donde probablemente más polvo había.
Una hoja de instrucciones estaba sobre una de las mesas y decía:
- CELIA Y LUCAS
- Ordenad este trastero, ya que va a ser vuestro lugar de descanso y tiempo libre.
- bajad a la cocina (primer piso) y recibiréis más instrucciones de una muchacha llamada Andrea.
- Vuestras tareas son limpiar el suelo, pasar el limpia-polvos, hacer las camas,
limpiar retretes, limpiar y recoger vajilla, limpiar cristales. - Del jardín se encarga el señor Gutiérrez.
- Debéis tratar a niños y adultos de usted y serviles en todo lo que se os mande o se os devolverá a vuestro lugar de origen o casa de acogida.
El desván estaba cubierto de polvo, que hasta flotaba en el aire. Se veían las motas de polvo atravesadas por la luz que entraba por una enorme claraboya. Había muchísimos muebles antiguos, aparadores, cestas, armarios, cunas y tres o cuatro camas de muelles con defectuosos colchones.
Lucas miraba a su alrededor sin reaccionar todavía. De las muchísimas familias que le habían acogido, todas habían acabado devolviéndolo por falta de dinero y porque no aportaba nada; pero ésta, ésta les había transportado hasta la casa por todo lo alto, en coche, y además habían cogido a dos. Pero después de ver esa lista llena de órdenes y tareas entendió por qué estaba en aquella casa tan enorme y por qué estaba acompañado. Esa iba a ser su realidad desde aquel día, bajo los ojos de la ley, ser acogido por una generosa familia rica, pero bajo el manto de la imagen la realidad era que se iba a convertir en un autentico sirviente, compañero de una cocinera, otra niña y una cocinera. "Menuda vida más dura, mamá. Ojalá pudieras verme y defenderme".